Aunque solo los candidatos de derecha lograron el número necesario de votos para llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales bolivianas, el líder más popular del país, el expresidente Evo Morales, también resultó victorioso. Después de todo, alrededor del 20% de los votantes decidió anular sus votos, atendiendo el llamado de Morales, que fue impedido de presentarse como candidato.
En las décadas de 1990 y 2000, Bolivia fue el país con la reacción popular más dura a las políticas neoliberales en América Latina. El levantamiento popular trascendió las Fuerzas Armadas bolivianas. El entonces presidente boliviano incluso solicitó a Estados Unidos, que tenía tropas en Bolivia, ayuda para sofocar la rebelión popular. Estados Unidos se negó, lo que puso de manifiesto la grave situación. Esta inestabilidad llevó al presidente a dimitir, su vicepresidente asumió el poder, convocó elecciones y Evo Morales ganó, iniciando un largo gobierno.
Morales fue un sindicalista rural y líder de los cocaleros. Llegó al poder con las mismas políticas que el resto de la izquierda latinoamericana, abogando por una política de conciliación. Aun así, esta no pudo lograrse sobre bases muy estrechas. Reformó la Constitución boliviana y creó el Movimiento Al Socialismo (MAS), que gozó de considerable autoridad, especialmente entre los campesinos.
Morales cumplió tres mandatos hasta que un golpe de Estado organizado por el imperialismo lo derrocó justo cuando se preparaba para gobernar otros cinco años. Morales se vio obligado a huir del país, pero los golpistas, presionados por la movilización popular, se vieron obligados a convocar elecciones, donde ganó una figura menor, el actual presidente Luis Arce. Cuando Evo Morales regresó a Bolivia, Luis Arce intentó por todos los medios impedir que retomara su rol tradicional como líder del MAS, logrando finalmente que el expresidente fuera inhabilitado para las elecciones.
La exclusión de la izquierda de la segunda vuelta es, por lo tanto, resultado de un claro golpe de Estado. Sin embargo, contrariamente a la tendencia general de la izquierda nacionalista latinoamericana a adaptarse a este proceso, Morales adoptó la postura correcta al pedir la nulidad del voto y, al obtener una participación electoral tan alta, denunció el proceso como ilegítimo. Cualquier presidente que gane en estas condiciones estará condenado a un gobierno en crisis.