NICARAGUA
Revolución sandinista celebra 45 años de una victoria memorable

Al mediodía de aquel 19 de julio histórico, décadas de la dictadura de los Samoza  terminavan en Managua, demostrando que la fuerza de la movilización popular supera al imperialismo.

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El 19 de julio de 1961 estalló la primera fase de la segunda gran revolución proletaria en el continente americano: la Revolución Sandinista. El éxito de la revolución puso fin a una larga dictadura, iniciada en 1936 con Anastasio Somoza García, continuada por su hijo, Luis Somoza Debayle, quien asumió el poder en 1956 tras el asesinato de su padre y, finalmente, por otro hijo, Anastasio Somoza Debayle, que asumió el poder en 1967, permaneciendo en el poder hasta que fue derrotado por los sandinistas.

El fatídico día 19, las calles de la capital, Managua, estuvieron concurridas desde primeras horas de la mañana, con trabajadores, campesinos y estudiantes saliendo a las calles. La mayoría, armados con lo que pudieron encontrar. Alentada por los éxitos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), partido que encabezó el movimiento revolucionario, la población de la capital comenzó a movilizarse en apoyo de la revolución tan pronto como la guerrilla llegó a Managua.

Creado en 1961, el FSLN surgió como respuesta a la brutal represión y las dificultades económicas perpetuadas por la dictadura. El nombre se inspiró en el legado de Augusto César Sandino, quien había luchado contra la ocupación norteamericana del país, ocurrida entre las décadas de 1920 y 1930. Simpatizante de la Revolución Cubana, el Frente adoptó una política similar, impulsando la lucha armada, vista por sus militantes como el único medio para poner fin a la opresión de los terratenientes y del imperialismo y establecer un gobierno de trabajadores.

Durante la década de 1970, el FSLN intensificó sus actividades guerrilleras, atacando objetivos estratégicos del régimen de Somoza y buscando movilizar a las masas, especialmente a los campesinos, pero también a los trabajadores y estudiantes en las ciudades. El régimen, a su vez, respondió con violenta represión, asesinatos y desapariciones de opositores. Sin embargo, la creciente movilización popular, exacerbada por crisis económicas y desastres como el terremoto de 1972 (que devastó Managua), creó un ambiente de descontento generalizado que, lejos de debilitar al FSLN, impulsó su crecimiento.

La dictadura había intentado protegerse levantando barricadas durante los días anteriores. Fue un esfuerzo inútil, sin embargo, más aún después de la importante deserción de las tropas de la Guardia Nacional, de las cuales más de cinco mil hombres habían desertado y se habían unido a la Revolución, según la Enciclopedia Británica.

La ofensiva final de los sandinistas había comenzado días antes, con ataques coordinados en varios frentes. Las ciudades de Estelí, León y Masaya ya estaban bajo control sandinista, quienes ahora organizaban el asalto final contra Managua. En la capital, los combates se intensificaron a lo largo del día.

En las zonas más pobres de la ciudad, la población se unió a la guerrilla, brindándoles refugio, comida e información sobre los movimientos de las tropas de Somoza. Muchas batallas se libraron casa por casa, y los guerrilleros utilizaron tácticas de guerrilla urbana contra las fuerzas de Somoza. Los partidarios civiles, lejos de ser meros espectadores, desempeñaron un papel crucial, guiando a los combatientes por rutas seguras y proporcionando apoyo logístico.

Hacia el mediodía del día 19 comenzaron a aparecer signos de victoria. Las transmisiones de radio sandinistas anunciaron la toma de importantes puntos estratégicos y la noticia se difundió rápidamente. El cuartel general de la Guardia Nacional fue rodeado y, tras intensos combates, los defensores finalmente se rindieron. El palacio presidencial fue tomado por guerrilleros, lo que marcó un punto de inflexión decisivo.

En las calles, la celebración comenzó incluso antes de que sonaran los últimos disparos. La gente salió de sus casas cantando y bailando, mientras fuegos artificiales improvisados ​​iluminaban el cielo de Managua.

La victoria de los sandinistas no solo derrocó una dictadura brutal, sino que también representó un triunfo de la clase trabajadora contra los terratenientes y el imperialismo, que habían gobernado el país con un régimen de terror durante décadas. Con la victoria de los sandinistas, inmediatamente después de la toma de la ciudad, el Frente Sandinista comenzó a implementar un programa de apoyo a los intereses populares, como la reforma agraria, la educación y la salud para todos. Las propiedades de los Somoza y sus aliados fueron expropiadas y redistribuidas entre los campesinos, lo que marcó el comienzo de una profunda transformación económica y social.

Además, el gobierno sandinista implementó programas masivos de alfabetización, salud pública y otras iniciativas sociales diseñadas para mejorar las condiciones de vida de la población trabajadora. Con el paso de los años, el régimen nicaragüense sería golpeado por una ofensiva imperialista, provocando una retracción de la revolución, que no logró expropiar a la burguesía como lo hicieron los cubanos, pero dio una demostración elocuente más de que, con una política correcta, era posible movilizar al pueblo para derrotar al imperialismo, incluso bajo las durísimas condiciones que impuso la dictadura de los Somoza.

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