EDITORIAL
La censura y la guerra
La propagación de pseudo-intelectuales y activistas que abogan por la censura no es un fenómeno aleatorio. El imperialismo tiene un plan y actúa de acuerdo con él.

Para hacer frente a la crisis mortal del capitalismo que está en marcha, es necesaria una guerra para restablecer o establecer mejores condiciones para la explotación capitalista. El pueblo se rebela. Esta revuelta se manifiesta en las acciones de ciertos países que se oponen al imperialismo: Rusia, China, Irán, Yemen, Venezuela, Cuba, Nicaragua.
Comienza a formarse un bloque político internacional contra el imperialismo. Aunque este bloque es bastante heterogéneo y contradictorio, sigue planteando un problema, porque el desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha permitido a los países atrasados dominar la tecnología militar, a pesar de disponer de menos recursos financieros. La dominación imperialista está en grave peligro, y la respuesta a esto es la guerra.
La semana pasada se publicó un documento filtrado del ejército alemán que contiene un plan completo de rearme de Alemania y un plan de respuesta militar a Rusia. El plan predice que en 2029 habrá una guerra entre Europa y Rusia. La pregunta es: ¿por qué habría tal guerra en 2029? Después de todo, los rusos no están atacando Europa. La única conclusión posible es que no se trata de una predicción, sino de un plan, un objetivo: entrar en guerra contra los rusos dentro de cuatro años.
En Asia, Japón sigue el mismo camino. El gobierno japonés ha declarado efectivamente la guerra a los chinos diciendo que si éstos intervienen en Tahití, utilizarán misiles. Taiwán es territorio chino, y está universalmente reconocido como tal; nunca ha sido reconocido como país independiente. Así que no es que los chinos vayan a intentar tomar Taiwán por la fuerza; Taiwán será el pretexto que utilizará el imperialismo para atacar a China.
Las señales de que el escenario avanza rápidamente hacia una gran guerra están por todas partes. En Sudamérica, por ejemplo, el gran capital avanza a toda velocidad con su política golpista. Y toda esta política se pone en marcha bajo los más diversos pretextos, entre ellos combatir a la extrema derecha con leyes dictatoriales.
Nunca ha habido una guerra sin censura. Debe haber censura. Sin embargo, la burguesía tiene miedo de abandonar la idea de que sus países son democráticos. Por eso el imperialismo busca una dictadura que parezca democrática. Es sólo una apariencia, un sabor democrático. En esencia, la acción no tiene nada de democrática.




