EDITORIAL
Boric dio a luz al Pinochet del siglo XXI
Boric fue el bombero del imperialismo. Vino a "calmar los ánimos", a restablecer el orden. Su gobierno "de izquierda" fue uno de los más útiles a la derecha chilena

La elección del fascista José Antonio Kast como nuevo presidente de Chile es más que una tragedia para el pueblo chileno, es una derrota para toda América Latina, ocurrida al mismo tiempo que el imperialismo amenaza con invadir Venezuela. Pero la responsabilidad de la victoria de Kast no es sólo de la acción criminal y golpista del imperialismo, sino también de la propia izquierda, encarnada en la abyecta figura de Gabriel Boric, que fue el mayor agente de desmoralización del levantamiento chileno de 2019.
La elección de Kast, con más del 58% de los votos, sólo fue posible porque Boric trabajó activamente para devolver la estabilidad a un régimen que pendía de un hilo. En lugar de romper con el pinochetismo y los intereses del imperialismo, Boric decidió ser su empleado ejemplar. Vendió al pueblo chileno la ilusión de la «democracia» y entregó el país a una extrema derecha represiva y ultraneoliberal.
Incluso antes de asumir el cargo, Boric ya había adoptado una postura escandalosa contra los países que se resisten a la dominación imperialista, como Venezuela. Durante su gobierno, el antiguo líder estudiantil atacó abiertamente a los gobiernos antiimperialistas. Su política exterior, completamente sumisa, puso a Chile al servicio de la ofensiva golpista contra países como Venezuela y Cuba.
En el plano interno, Boric ha demostrado aún más claramente para quién gobierna. En lugar de liberar a los presos políticos del levantamiento de 2019 -jóvenes, trabajadores, indígenas, estudiantes que se enfrentaron en las calles al régimen asesino de Sebastián Piñera- prefirió mantenerlos a todos tras las rejas. Una traición imperdonable, que sirvió de luz verde para que la represión continuara.
Pero el papel más criminal de Boric fue darle tiempo al enemigo. En 2019, Chile estaba en llamas. La insurrección había desmoralizado al régimen de Pinochet y puesto en jaque el control de la burguesía. La correlación de fuerzas era extremadamente favorable al pueblo. Ningún fascista se atrevería a dar la cara con el país en ebullición. Fue necesario un señuelo institucional -la farsa de la Asamblea Constituyente- y un gobierno «progresista» para apagar el incendio y reorganizar a la derecha.
Boric hizo de bombero del imperialismo. Vino a «calmar los ánimos», a restablecer el orden. Su gobierno «de izquierda» fue uno de los más útiles a la derecha chilena. Al no tocar ninguno de los pilares del régimen, al negarse a romper con el legado de Pinochet, Boric permitió a la burguesía ganar tiempo, reorganizar sus fuerzas y volver aún más fuerte. El resultado está ahí: la victoria de Kast es la expresión de una burguesía que ha aprendido de la crisis y que ahora quiere impedir cualquier posibilidad de una nueva insurrección. Y quiere hacerlo a base de violencia.
La victoria de Kast no es sólo una «triste derrota» para el frente amplio. Es el resultado de un sabotaje consciente. Boric es un traidor al levantamiento de 2019.
Toda América Latina pagará por ello. Así como el Chile de Pinochet fue un laboratorio para la política neoliberal en el pasado, el gobierno de Kast podría ser un laboratorio para una nueva ola represiva del imperialismo contra los pueblos latinoamericanos. Después de todo, se necesitará mucha violencia para impedir un nuevo levantamiento en un país que fue sacudido en 2019 y cuyos principales problemas no han sido resueltos.




