EDITORIAL
América Latina tomada por la dictadura
Prácticamente todos los países latinoamericanos sufren los embates del imperialismo

Las manifestaciones proimperialistas en México el pasado fin de semana confirman lo que ya es evidente en todo el continente: el imperialismo está a la ofensiva para retomar por la fuerza el control directo de América Latina.
De repente surgen protestas supuestamente «juveniles», presentadas como algo espontáneo, pero que tienen todos los elementos de una operación fabricada. La derecha mexicana, vieja conocida del imperialismo, ya está aprovechando para tratar de poner contra la pared al nuevo gobierno. Es un claro intento golpista, como tantos otros que el imperialismo viene organizando desde el año pasado.
México está lejos de ser una excepción. En Chile, toda la derecha se ha unido en torno al candidato ultraderechista. En Panamá, el gobierno actúa ya como una verdadera dictadura, con dirigentes sindicales perseguidos, encarcelados e incluso desaparecidos. En Honduras, las elecciones están rodeadas de acusaciones de amaño y de amenaza de ruptura. En Guatemala, también hay una movilización golpista.
Donde no se prepara el golpe, ya se ha producido: Perú, Ecuador, Bolivia y muchos otros.
Sólo Colombia, Brasil y Uruguay no han visto aún un ataque abierto. Pero el momento llegará. La presión está en todas partes: el Congreso, el poder judicial, los militares y, por supuesto, la prensa imperialista.
La razón fundamental de esta ofensiva es simple: el imperialismo se hunde en su propia crisis. Para mantener su dominio sobre los pueblos del mundo, el imperialismo necesita aplastar a cualquier país que dé el más mínimo paso hacia la soberanía. Y no importa si ese paso es moderado o tímido. Basta que contradiga en lo más mínimo los intereses de los monopolios y el golpe está en camino.
Es lo que ocurrió en México cuando se aprobaron reformas que desagradaron profundamente a los dueños del mundo -entre ellas la elección directa del poder judicial.
América Latina se enfrenta a una ofensiva abrumadora. Y lo más grave es que la mayoría de los liderazgos políticos latinoamericanos insisten en conciliar con los mismos sectores que articulan esta política.



