LULA
100 días de sabotaje contra el gobierno: ¿qué hacer?

Balance de las principales medidas y dificultades enfrentadas por el gobierno en los primeros 100 días del tercer mandato de Lula

El presidente Lula completó 100 días de su gobierno con un discurso que enumeró sus obras, desafíos y promesas. En su discurso de ayer por la mañana (10), resaltó la presión que viene sufriendo el gobierno por parte del cártel de la prensa capitalista y los parásitos de la banca internacional.

“Es importante que esta gente nos diga que hagamos algo diferente a lo que ellos quieren que hagamos”, dijo el líder del PT, tras citar al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el mercado financiero. “Sigo pensando que el 13,75% es demasiado alto, están jugando con el país”, dijo en otro momento, refiriéndose a la tasa de interés, que mantiene un Banco Central enemigo del gobierno (N.T. El Banco Central de Brasil se independizó del gobierno durante el reciente golpe de estado).

Lula es consciente del sabotaje que está sufriendo. Y sabe de dónde viene: de los grandes capitalistas extranjeros, que controlan la prensa y prácticamente todas las ramas del aparato estatal, desde el Congreso Nacional hasta las Fuerzas Armadas. Especialmente en lo que respecta a la política económica, Lula está pisando huevos para aplicar mínimamente medidas específicas de carácter nacionalista, y todo lo que intenta hacer es blanco de bombardeos en la prensa y cambios en la bolsa de valores.

La crisis en torno a la necesidad de expulsar a Roberto Campos Neto de la presidencia del Banco Central, así como el fin de su “independencia”, está siendo muy desgastante para Lula. Ni siquiera dentro del gobierno tiene apoyo el presidente. Las altas tasas de interés son una política de rapiña de los banqueros que, al manipular también las tasas inflacionarias, ponen al gobierno contra la pared. Los capitalistas provocaron un gran escándalo incluso antes de que asumiera el gobierno, cuando Lula hablaba de reanudar el programa Bolsa Familia. Después de muchas peleas, el presidente obtuvo permiso de los banqueros para “gastar” R$ 670,33 (€121,60) en el primer mes de pagos, atendiendo a 21,1 millones de familias miserables.

Medidas tímidas y un Congreso opositor

En un año, se gastarían R$ 168 mil millones con el Bolsa Família, si cada formación familiar recibe estos R$ 670. Eso es menos del 10% de lo que el gobierno federal gastó en 2021 en el pago de intereses y amortización de la deuda pública a los parásitos del mercado financiero (R$ 1,96 billones). Quienes están al borde de la muerte por hambre reciben diez veces menos atención del Estado que quienes nadan en fortunas, no trabajan y ni siquiera son brasileños. Es este tipo de absurdos los que Lula tiende a criticar, y ayer también criticó en su balance.

El tema es que, a pesar de quererlo, el gobierno no logra hacer nada. Lula logró aumentar la transferencia de fondos al Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE) de R$ 4 a R$ 5,5 mil millones, retomó parcialmente algunos programas en el área de la salud, como Mais Médicos, o de vivienda, como Minha Casa, Minha Vida, y también reajustó en un 15% (de € 697,62 a € 801,92) el salario mínimo de los docentes.

Son medidas importantes, pero tímidas y modestas, incluso para lo que se propone hacer el gobierno. La burguesía no deja que el gobierno haga las inversiones necesarias con el pueblo. Ella lo llama “despilfarro”. Tanto es así que otra gran pelea que Lula tuvo que comprar fue la de derribar el Techo de Gastos. Lo hizo, parcialmente. Y entonces los banqueros impusieron un nuevo obstáculo a las inversiones: el “andamiaje fiscal”, que también limita la inversión pública, para que los más necesitados no sean verdaderamente atendidos.

En resumen: la burguesía no deja Lula gobernar. Y uno de los mecanismos de la burguesía para sabotear el gobierno es el Congreso Nacional, formado casi exclusivamente por matones políticos de la peor calaña, y con una mayoría derechista que se opone incluso a la continuidad del gobierno hasta 2026. Todo lo que manda Lula al Congreso está paralizado y lo que logra el gobierno es el resultado de negociaciones desventajosas. Muchos proyectos solo se aprueban si se modifican brutalmente, otros solo se aprueban si existe el famoso “toma-lá-dá-cá”. Negociar con pistoleros es una tarea desalentadora.

La política exterior muestra qué camino tomar

En política exterior, sin embargo, se observa algo diferente. Lula no depende tanto del Congreso para tratar con el imperialismo y los países atrasados, iguales que Brasil. Así, ha logrado aplacar su política. Se ha estado acercando cada vez más a Rusia y China y disgustando a los Estados Unidos e incluso a la Unión Europea.

Lula hizo que Brasil volviera a la Unasur, restableció relaciones con Venezuela, anunció su intención de crear una moneda sudamericana común, votó a favor de la investigación de Nord Stream contra EE.UU. en la ONU, también votó en la ONU a favor de Siria en la farsa de el uso de armas químicas, se negó a enviar municiones a Ucrania, no firmó un documento de la conferencia de Joe Biden condenando a Rusia, pretende ser el gran mediador del conflicto en Ucrania y establecerá comercio sin usar el dólar con China. Estados Unidos ya ha mostrado varios signos de total insatisfacción con la dirección que está tomando la política exterior brasileña. Brasil indica claramente, bajo Lula, que quiere independizarse más del imperialismo.

La política interna de Lula probablemente sería similar a su política exterior, en el sentido de adoptar medidas nacionalistas contra la dominación del capital imperialista. Pero aquí hay que vincularse con el Congreso, con los gobernadores y alcaldes, con el Poder Judicial. Que están todos en el bolsillo del imperialismo. Lula revocó las privatizaciones y retiró del plan de privatizaciones a las principales empresas nacionales, dos medidas diferentes, pero que apuntan a mantener las empresas bajo el control (todavía limitado) del Estado. La medida más consistente con lo que quiere Lula (y también la correcta) sería la reestatización el 100% de esas empresas, como Petrobrás, Eletrobrás y Correios. Pero con Eletrobrás, que ya fue entregada definitivamente a los capitalistas por Bolsonaro el año pasado, el gobierno está teniendo que presentar una demanda en el Poder Judicial para revertir la privatización. Y no hay ninguno juez con amor al Brasil en el STF.

Sin embargo, hay margen para que el gobierno se mueva. Lula debe usar no solo sus redes sociales y los medios de comunicación del gobierno, sino también el derecho a transmitir por radio y televisión para dirigirse al pueblo y denunciar el sabotaje que está sufriendo, anunciando las medidas que quiere aplicar, pero que no está teniendo éxito. Al mismo tiempo, como gran dirigente del PT, el mayor partido de masas de Brasil, y con influencia directa en la CUT y el MST, se debe realizar una intensa movilización de las bases, una campaña de denuncia, esclarecimiento y reivindicaciónes para poner el pueblo en las calles. En este momento, los intereses sociales y económicos del Presidente de la República convergen con los intereses más elementales de las capas populares y movimientos sociales.

Son necesarias medidas que faciliten una mayor independencia del gobierno frente a los golpistas que controlan los demás poderes. Si no hay apoyo del aparato estatal y de la burguesía, Lula necesita apoyarse en el pueblo. Pero, para eso, necesita demostrar a los trabajadores que tiene voluntad e iniciativa para atender sus intereses, y que para eso necesita su ayuda.

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